El nacionalismo vasco en general, en su proyecto político de ‘esculpir’ el País Vasco a la medida de sus necesidades, se auto-erigió hace tiempo en único guardián y defensor del euskera. Ellos dijeron qué era hablar bien en euskera, de modo que, incluso los que nunca hablaron otra cosa, se sintieron extraños en su tierra. Después fueron acomodando las estadísticas sobre el uso y conocimiento del idioma a la ‘limpia’ que se pretendía realizar. Se sirvieron de leyes mal interpretadas y aún peor aplicadas, para controlar el acceso a la función pública. Fue prácticamente imposible sacar plaza de funcionario sin haber pasado por el aro de empollar una lengua que NO iba a ser utilizada en el trabajo cotidiano. Conclusión : los jóvenes vascos mejor preparados que no quisieron estudiar euskera, fueron contratados por la empresa privada y se colocaron en Madrid ó Barcelona. Qué malditamente bien les ha salido la criba. Y qué bien se han sabido aprovechar en el resto de España de esa tradición tan vasca de guardar los mejores ahorros para educar a los hijos como a príncipes.
Pero ahora viene la vuelta de la historia porque, como decimos en euskera, 'patas cortas tiene la mentira'. Y lo cierto es que en esta perversa batalla de configurar para las estadísticas una sociedad vasco-parlante, tan sólo han conseguido caretas vascas. Porque los vascos, cuando amamos, lloramos ó reñimos, hablamos con el corazón, sin importarnos la Euskaltzaindia.
Después de haber lanzado a toda una generación a ‘ hacer las américas’, ahora importamos innovadores de donde sea. Eso sí, euskaldunizamos gratuitamente a sudamericanos, chinos y rumanos para que hagan la compra en euskera. Cuántos años malgastados contra nuestros propios hijos, contra el País Vasco y también contra el euskera. Quién les dirá a nuestros queridos nazionalistas que lo primero para los idiomas son las personas y para éstas, la libertad.
Basque Sumando.