ETA acecha

  Es fácil indignarse por la injusticia cuando nos es  lejana. Sea en novela, en película o referida a países que consideramos tercermundistas, nos emociona la actitud valiente de quien señala con el dedo a los dictadores. Otra cosa es meterse con el dueño de la bota que nos aplasta.  El miedo lleva a no querer ver  la imposición del terror cuando tenemos al monstruo encima. Entonces la cobardía nos empuja a encontrar argumentos para asumir parte de la culpa de la opresión de otros sobre nosotros.  Somos incluso capaces de aceptar que el agresor de turno tiene razón en apretarnos lo que haga falta. Pasó con Franco y ahora pasa con la ETA.   Es inaceptable hasta la nausea que los chulos terroristas se vuelvan a erigir en liberadores de quienes han secuestrado, extorsionado y matado. Pero aún es menos aceptable que la renovada amenaza del terror sea contestada  por los gobernantes con  paños calientes; con una actitud servil y sumisa de querer entender lo que nos ha pasado, como si se tratara de una experiencia de rara naturaleza y con responsabilidades difícilmente delimitables.   En la España de la crisis nos estamos gastando la hijuela en azafatas reinsertadoras, conferencias de paz y mediadores internacionales. Todo para proveer a unos burdos criminales de una pista de aterrizaje con alfombra roja y banda de música. Pero ETA acecha y  exige, como chulo a meretriz, que se aligere el paso porque los rendimientos no les satisfacen bastante.  Merecido lo tenemos por no haber sabido sostener que sin libertad no hay vida que valga.   Basque Sumando